domingo, 8 de junio de 2014

TSM- 5 - El trío laralá.

¿Dónde me había quedado? Ah sí, en el fantástico puente de piedra clara sobre el río en un obsoleto pueblo de Turquía.

Esta crónica la escribo desde la Costa Licia, a orillas del Mar Mediterráneo, al otro lado, a unos dos cientos kilómetros nos queda la costa Siria y Libanesa. Los últimos tres días han sido muy intensos, demasiado a mi modo de ver o gusto. Llegamos a la Capadoccia, la visitamos y le dimos la vuelta indagando hasta donde ningún turista llega. Jugamos como niños con unos críos en la Turquía más profunda. Pisamos pistas de tierra, off road en estado puro, luego barro, lluvia, más pistas de barro. Las motos cargadas y con ruedas mixtas parecían bailarinas de tacones sobre hielo. Cabalgamos sobre campos de trigo en uno de esos lugares únicos en el mundo.


Hoy no os hablaré de la Capadoccia porque entiendo que ella se merece una crónica especial, como Estambul, en la calma del hogar, una vez todo esto haya terminado. De paso me servirá para revivir estos fantásticos momentos.

Y cuando digo revivir hablo solo de Roberto y yo, porque José Luis, ayer, después de una discusión que se gestaba desde hacía días, decidió seguir el camino en solitario. Si alguien piensa que voy a hablar mal de él, se equivoca, lo que pasa en la noche en la noche se queda. Pero esa situación me sirve para motivar y rubricar la presente crónica.
   
Como se y soy consciente de que José Luis leerá la presente, aprovecharé para repetirle lo que ayer le dije.

– Si te veo en Pingüinos o en cualquier otro lado no dudaré en tomarme una cerveza contigo y reírme de lo ocurrido.

No creo que por su parte se cometa el mismo gesto, cada uno es como es, lo respetaré y lo entenderé. Sin más.

Hace dos días que le comenté a Roberto sobre mi intención de seguir el viaje solo, no quería continuar siendo falso. A Roberto no le gustó la idea, pero claro está, él es el maestro ante la máxima de que se viaja junto hasta que una de las partes quiere romper ese trato. Si la cosa no va bien, se sufre o no hay feeling no se tiene porqué seguir, cada uno por su lado y se acabó.

El destino, las situaciones, los comentarios, lo que está escrito si creéis en ello. No sé. Yo sí que pienso que las cosas pasan porque deben de pasar, por mucho que la evites o esquives, al final vendrán, volverán, y tarde o temprano deberás afrontarlas. Así que pienso que ha pasado lo que tenía que pasar, nada más, no pienso que ninguno de los tres tenga culpa ni qué el trío este exento de pecado.

José Luis, desde la Costa Licia te deseo toda la suerte del mundo en tu regreso a              España.

PD: La Trail Süleyman El Magnífico sigue de la mano de Roberto Naveiras y Alex Mora. No os perdáis las próximas entradas, y recordar, en el blog de www.viajoenmoto.com podréis ver el punto de vista de Roberto Naveiras.


La ruta de hoy

De Göreme a la Costa Licia. Tantas cosa pasan en apenas tres cientos kilometros. Es cierto que mi cabeza andaba pensando de forma recurrente en lo ocurrido ayer, en si había sido justo o no. Pero mio otro yo, mucho más seguro y duro que servidor, me repetía. ¡Que carajo! Y aunque a veces es un borde, en esta ocasión le he hecho caso. Hay que disfrutar de este momento, y así ha sido. Hemos disfrutado de las montañas, de las paradas y de los momentos wifi. Nos hemos reído y carcajeado a doquier de nosotros mismos. Hemos hecho la compra para la noche y hemos buscado un sitio sin igual para acampar. Ahora mismo la gordita reposa a escasos tres metros del mar. 

Solo tengo ganas de que llegue la noche, encender el fuego, montar la tienda, la caña, preparar un arroz y unos huevos fritos y regarlo con un caldo oscuro. Todo ello ocurrirá a escasos diez metros cuadrados donde viviremos las tiendas, las motos, las cañas, Roberto, servidor y el mar de fondo. La puesta de sol se presenta radiante, tostada en contraste con un azul claro y agua cristalina, el amanecer de mañana de los que nunca se olvidan. 

Todo ese momento servirá para recordar lo vivido hasta la fecha y seguir adelante, hoy, una vez más, y mientras estábamos parados en una gasolinera, una turca, con su hijo y su marido de escolta, ha abierto el maletero de su vehículo y nos ha entregado dos bollos de pastelería riquísimos. Turquía y la generosidad de sus gentes nos dejan boquiabiertos. 





PD2: Los turcos y turcas miraban extrañados mi modelo de bañador, sí, mis calzoncillos UNNO de color negro con ribete rojo. 

Ser felices habibis.
    

No hay comentarios:

Publicar un comentario